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sábado, 16 de enero de 2010

LA DICTADURA DE LOS HIJOS


Autor: Ma. Paz Lagos | Fuente: El mercurio

La dictadura de los hijos

Tienen el poder en sus casas, gritan fuerte a sus padres y deciden el menú familiar. En el colegio desafían a los profesores y no les importa ser castigados. No se trata de niños problema, sino de una generación que siente que tiene todos los derechos...


La dictadura de los hijos

Los sicólogos europeos hablan de tiranos; en Chile de poderosos. Son ellos los que en definitiva tienen la última palabra. ¿Quién les dio el poder? ¿Por qué los adultos les tiene tanto miedo?

El papá de Francisca (5) pasó a buscarla para ir a un cumpleaños infantil. En el auto y camino a la fiesta, empezó la discusión. Francisca exigía que parara a comprarle una bolsa de dulces. Frente a la negativa, empezó con una pataleta, hasta que él accedió y compró los caramelos. Cuando le preguntó por qué tanta insistencia, ella le contó que debía pasárselos a un compañero de curso que había aceptado ser su esclavo durante todo el día anterior.

Esta historia podría pasar por una anécdota si no fuera porque es real y porque la actitud poderosa que tuvo Francisca es cada día más común. Ella representa un fenómeno que los sicólogos europeos han denominado como los infantes tiranos y que en Chile son conocidos como niños poderosos. Una generación que comenzó hace una década a ejercer su influencia y que, en general, se manifiesta desde los 5 años y se extiende hasta la adolescencia. No se trata de menores con problemas asociados a un déficit atencional o de dificultad en el aprendizaje, sino más bien de un grupo al que le gusta mandar y no que lo manden. Quieren todo y ahora. Sus necesidades siempre serán prioridad y no conocen el respeto por la autoridad.

Por eso, a estas alturas no se sabe quién manda en la casa, tampoco en el colegio. Los niños se han tomado atribuciones de adulto: Deciden qué comen, si estudian o no ysus panoramas. Se sienten con derecho a gritar, a exigir, a mandar.

Papás confundidos

¿Quién les dio el poder?: Los padres, responde el sicólogo Gonzalo Cancino. Ellos tienen mucha dificultad para asumir la autoridad. Están confundidos porque no saben si poner límites claros a los hijos o hacerse amigos de ellos. El poner reglas lo asocian a ser autoritario y no quieren ser papás mala onda y que su hogar sea un regimiento, entonces tienden a conversarlo todo o más bien a que los hijos decidan.

Según el especialista, esta postura adulta obedece a que pasamos de un modelo de educación muy estricto a uno muy democrático y nos olvidamos de los matices, del equilibrio. De manera más global, hay un descrédito de las instituciones y el respeto por el mundo adulto está súper cuestionado.

La falta de respeto es una queja generalizada entre los padres. Están confundidos y agobiados, porque sienten que su vida familiar está tensionada por la crisis de autoridad. A muchas mamás les queda el recuerdo de esos lindos años de embarazo feliz y de esa guagua amorosa con la cual no perdían la paciencia. No saben como, de repente, la vida lo cambió y ese hijo querido se transformó en un pequeño monstruo, autoritario e indomable, con el cual tiene una lucha cotidiana por absolutamente todo.

Todo comienza temprano en la mañana cuando el pequeño tirano despierta refunfuñando y diciendo que tiene hambre. Se levanta para ver unos dibujos animados que reclaman el poder y mientras los ve reclama porque la caja de Chocapic está vacía. Después, la batalla continúa porque se tome su leche, por pedirle diez veces que vaya a lavarse y vestirse, para encontrarlo media hora más tarde en short, con 10 grados Celsius en el ambiente. Todo ese desgaste para lograr que se apure para llegar a tiempo al colegio. A la vuelta vendrán la guerra por las tareas y el suplicio de mandarlo a acostar. ¿Qué hice yo para merecer esto?, ¿qué estoy haciendo mal? Son las frases que grafican el sentimiento de muchos padres.

Los profesores también acusan. Aquellos que tienen varios años de experiencia en pedagogía dan cuenta de un cambio importante entre sus alumnos. Hace 23 años que Gloria Achondo hace clases en un colegio particular y siente que hoy la educación tiene una mayor dificultad. Habla de una generación con ciertas características: Son otro tipo de niños. Están acostumbrados a que se les satisfaga todo en forma inmediata. Les cuesta obedecer. Creen que lo que ellos quieren es lo necesario. Les cuesta mantener silencio y seguir normas, son desafiantes.

También Gloria Echeverría, una profesora con dos décadas de experiencia en colegios del sector Oriente, hace su diagnóstico: En este momento educar a los niños en comportamientos, valores, maneras de ser es casi imposible. Para ella no es un tema que venga exclusivamente ligado a la familia, sino que es social. Estamos en una sociedad donde en general no se respeta al otro ni a la autoridad. Ni a los carabineros, ni al presidente de la República. Los papás tampoco apoyan la gestión de los profesores y entonces el niño siempre tiene la razón.

Recuerda que en una oportunidad mientras hacía clases, uno de sus alumnos que en ese momento estaba en séptimo básico, se paró y adelantó la hora del reloj de pared. Mientras hacía todo eso, Gloria lo observó y siguió hablando. El alumno volvió a su puesto y desde ahí le dijo: Profesora, son las 11:30, hora de salir a recreo. Yo lo miré atónita, pero le contesté: No, son las 11:15, porque hoy nos vamos a guiar por mi reloj. Lo paré en seco, sin levantar la voz y nunca más tuve un problema con ese niño, cuenta Gloria.

A su juicio, el mayor problema de esta generación es que no sabe aceptar un no. Los padres transan. Muchas veces han pasado todo el día solos con la nana y cuando los papás llegan a la casa no quieren ya poner límites. Entonces son niños a quienes no se les permite ni la más mínima frustración y el problema es que el mundo adulto está lleno de frustaciones.

Carolina Rojas (34), casada, dos hijos de 6 y 8 años, dice estar agotada frente a las permanentes demandas de sus niños. Mi vida gira en torno a sus actividades y lo que ellos quieren hacer. Para ella, esta generación está más consciente de sus derechos que de sus deberes. El deber siempre es conversado. Una tiende a ser mamá democrática y les argumenta, pero al final ellos no distinguen que se trata de una relación vertical y piensan que soy como su hermana.

Reconoce que en el último tiempo ha reflexionado sobre su manera de relacionarse con ellos. Estoy pasando por una etapa en que siento que les ha hecho mal tanta democracia y estoy recogiendo carrete. Estamos formando personas que creen tener derechos de adultos y siento que necesitan más guía, más vida de niños. Ve en sus hijos, pero también en sus amigos, que viven haciendo el mínimo esfuerzo y con poca tolerancia a aceptar que no les den en el gusto. Mi cuestionamiento ha sido: si puedo darles en el gusto, ¿por qué no hacerlo?.

Lo que le pasa a Carolina, la sicóloga infantil Nadja Antonijevic lo ve a diario en su consulta. Hay un tema de límites que los padres no saben como poner y en donde le otorgan a los hijos mucho poder. Por eso, a ella le gusta hablar de niños poderosos, porque son los que satisfacen sus necesidades sin considerar las de los demás. Ella valora la autonomía y la personalidad que tiene esta nueva generación, pero asimismo cree que esa choreza se termina cuando ese niño no considera a los otros como seres válidos.

Nadja va a las causas y apunta a que las demandas excesivas de algunos responden a aspectos más profundos que sólo a un capricho: Hay un tema de necesidades insatisfechas de base, que hacen que empiecen a exigir de formas cada vez más inadecuadas. Según la profesional, muchos de ellos tienen requerimientos de cercanía, cariño, compañía, de que los escuchen, y entonces empiezan a llamar la atención de ciertas manera, a exigir que se les otorguen derechos. En sicología infantil se dice que lo que más necesita un niño para un desarrollo sano es ser visto. La madre es como un espejo para él, porque necesita reflejarse en alguien, ser valorado, reconocido. Explica que el egocentrismo con que reaccionan es muchas veces consecuencia de la falta de atención.

Cuando no le enseñaste a conversar, a ser visto, entonces el otro aprende sólo a mirarse a sí mismo. Tiene que ver con la capacidad de razonar, de ver al otro como una persona válida y valiosa. De entender lo que a otro le está pasando. La profesional reconoce al menos dos tipos de padres poco observadores, por llamarlos de alguna forma: Los que son incoscientes de su incapacidad de mirarlos y otros que tienen a los niños solos. Creo que la ausencia es un tema real. Muchos se están quedando muy solos y los niños solos no funcionan.

Asegura que a su consulta llegan menores con sentimientos de rabia por esta sensación de abandono que se traduce en que al final hacen lo que ellos quieren. Me dicen: ¿Por qué tengo que hacerle caso a un papá o mamá que sólo veo el día sábado? Los niños sienten que el otro no tiene nada que decirle, no tiene derecho, porque no lo vio de lunes a viernes.

Es ahí donde Nadja considera que está la confusión, y la culpa lleva a muchos adultos a dejarse dominar por los hijos. Además, cree que los padres muchas veces se olvidan de que ellos no son capaces de tomar decisiones por su cuenta, porque evolutivamente no están preparados. Los niños confunden el yo quiero con el yo necesito. Hay, entonces, que acompañarlos en el camino, y eso tiene que ver con poner límites. No se les puede dar a elegir entre comer papas fritas o huevo, sino en que el huevo sea frito o revuelto. Hay un baile entre el sí y el no. Se tiende a pensar que poner límites es ser pesado.

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