MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS (COMUNIDAD CATOLICA, APOSTOLICA Y ROMANA).

MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS ES UNA COMUNIDAD EN LA CUAL TODOS LOS MIEMBROS NOS REUNIMOS DIARIAMENTE (NOCHE Y DIA) PARA VENERAR A LA MADRE DEL REDENTOR DEL MUNDO. TE INVITAMOS A COMPARTIR CON NOSOTROS LAS GRANDEZAS QUE SOLO ELLA NOS SABE DAR. MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS. RUEGA POR NOSOTROS. AMEN. EN EL SIGUIENTE LINK PODRAS CONOCER MAS SOBRE NUESTRA COMUNIDAD; http://mariamedianera.ning.com

miércoles, 31 de marzo de 2010

VIA CRUCIS EN EL COLISEO. PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE






Vía Crucis en el Coliseo. Presidido por el Santo Padre
Meditaciones del Cardenal Camillo RuiniVicario general emérito de Su Santidad para la diócesis de Roma
PRIMERA ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan 19, 6 - 7. 12. 16
Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les dijo: “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él”. Los judíos le contestaron: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”…
Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César” …Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
MEDITACIÓN
¿Por qué Jesús fue condenado a muerte, él, que “pasó haciendo el bien”? (Hch 10, 38). Esta pregunta nos acompañará a lo largo del Via Crucis como nos acompaña durante toda la vida.
En los Evangelios encontramos una respuesta verdadera: los jefes de los judíos quisieron su muerte porque comprendieron que Jesús se consideraba el Hijo de Dios. Y hallamos también una respuesta que los judíos utilizaron como pretexto para obtener de Pilato su condena: Jesús habría pretendido ser un rey de este mundo, el rey de los judíos.
Detrás de estas respuestas se abre un abismo, que los mismos Evangelios y toda la Sagrada Escritura nos permiten contemplar: Jesús ha muerto por nuestros pecados. Y aún más profundamente, ha muerto por nosotros, ha muerto porque Dios nos ama, y nos ama tanto que entregó a su Hijo único, para que el mundo se salve por él (cf. Jn 3, 16-17).
Debemos, por tanto, mirar a nosotros mismos: al mal y al pecado que habitan dentro de nosotros y que con excesiva frecuencia fingimos ignorar. Pero aún más debemos dirigir la mirada al Dios rico en misericordia que nos ha llamado amigos (cf. Jn 15, 15). Así, el camino del Via Crucis y todo el camino de la vida se convierte en un itinerario de penitencia, de dolor y de conversión, pero también de gratitud, fe y alegría.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Stabat mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius.
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Mateo. 27, 27 - 31
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando la rodilla, se burlaban de él diciendo: “¡Salve, rey de los judíos!”. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Del Evangelio según San Juan. 19, 17
Y Jesús, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera”, que en hebreo se dice Gólgota.
MEDITACIÓN
Después de la condena viene la humillación. Lo que los soldados hacen a Jesús nos parece inhumano. Más aún, es ciertamente inhumano: son actos de burla y desprecio en los que se expresa una oscura ferocidad, sin preocuparse del sufrimiento, incluso físico, que sin motivo se causa a una persona condenada ya al suplicio tremendo de la cruz. Sin embargo, este comportamiento de los soldados es también, por desgracia, incluso hasta demasiado humano. Miles de páginas de la historia de la humanidad y de la crónica cotidiana confirman que acciones de este tipo no son en absoluto extrañas al hombre. El Apóstol Pablo puso bien de manifiesto esta paradoja: “Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí… El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago” (Rom 7, 18-19).
Así es, precisamente: en nuestra conciencia se enciende la luz del bien, una luz que en muchos casos se hace evidente y por la cual, afortunadamente, nos dejamos guiar en nuestras opciones. En cambio, a menudo, sucede lo contrario: esa luz queda oscurecida por los resentimientos, por deseos inconfesables, por la perversión del corazón. Y entonces nos hacemos crueles, capaces de las peores cosas, incluso de cosas increíbles.
Señor Jesús, también yo soy de los que se han burlado de ti y te han golpeado. En efecto, tú has dicho: “cada vez que hicisteis eso con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Señor Jesús, perdóname.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Cuius animam gementem, contristatam et dolentem pertransivit gladius.
TERCERA ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.R. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del profeta Isaías. 53, 4 - 6
¡Eran nuestras dolencias las que él llevaba, y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros lo tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros.
MEDITACIÓN
Los Evangelios no nos hablan de las caídas de Jesús bajo el peso de la cruz, pero esta antigua tradición es muy verosímil. Recordemos tan sólo que, antes de cargar con la cruz, Jesús había sido flagelado por orden de Pilato. Después de todo lo que le había sucedido desde la noche en el huerto de los olivos, sus fuerzas debían de estar prácticamente agotadas.
Antes de detenernos en los aspectos más profundos e interiores de la pasión de Jesús, consideremos simplemente el dolor físico que tuvo que soportar. Un dolor enorme y tremendo, hasta el último respiro en la cruz, un dolor que asusta.
El sufrimiento físico es lo más fácil de vencer, o al menos de atenuar, con nuestras actuales técnicas y métodos, con la anestesia y otras terapias del dolor. Si bien, una masa gigantesca de sufrimientos físicos sigue presente en el mundo, debido a muchas causas naturales o dependientes de comportamientos humanos.
De todas formas, Jesús no rechazó el dolor físico y así se solidarizó con toda la familia humana, en especial con aquella parte más numerosa cuya vida, todavía hoy, está marcada por esta forma de dolor. Mientras lo vemos caer bajo el peso de la cruz, le pedimos humildemente el valor de agrandar con una solidaridad hecha no sólo de palabras la pequeñez de nuestro corazón.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
O quam tristis et afflictafuit illa benedicamater Unigeniti!
CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Madre
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan. 19, 25 - 27
Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su Madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
MEDITACIÓN
En los Evangelios no se habla directamente de un encuentro de Jesús con su Madre a lo largo del camino de la cruz, sino de la presencia de María al pie de la cruz. Y allí Jesús se dirige a ella y al discípulo amado, Juan el evangelista. Sus palabras tienen un sentido inmediato: encomendar María a Juan, para que se ocupe de ella. Y un sentido mucho más amplio y profundo: al pie de la cruz María ha sido llamada a pronunciar un segundo “sí”, después del sí de la Anunciación, con el cual se convierte en Madre de Jesús, abriéndonos así la puerta de la salvación.
Con este segundo sí, María se convierte en madre de todos nosotros, de todo hombre y de toda mujer por los cuales Jesús ha derramado su sangre. Una maternidad que es signo viviente del amor y de la misericordia de Dios por nosotros. Por eso, los vínculos de afecto y confianza que unen a María con el pueblo cristiano son tan profundos y fuertes; por eso acudimos espontáneamente a ella, sobre todo en las circunstancias más difíciles de la vida.
María, sin embargo, ha pagado un precio muy elevado por su maternidad universal. Como profetizó de ella Simeón en el templo de Jerusalén, “una espada te traspasará el corazón” (Lc 2, 35).
María, Madre de Jesús y madre nuestra, ayúdanos a experimentar en nuestras almas, en esta noche y siempre, ese sufrimiento lleno de amor que te unió a la cruz de tu Hijo.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Quæ mærebat et dolebatPia mater, cum videbatNati poenas incliti.
QUINTA ESTACIÓN: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
MEDITACIÓN
Jesús debía de estar verdaderamente agotado; por eso los soldados intentan remediarlo tomando al primer desventurado que encuentran y lo cargan con la cruz. También en la vida de cada día, la cruz, bajo muchas formas diversas –como una enfermedad o un accidente grave, la pérdida de una persona querida o del trabajo- cae sobre nosotros a menudo sin esperarlo. Y nosotros sólo vemos en ella una mala suerte o en el peor de los casos una desgracia.
Pero Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24). No son palabras fáciles; más aún, en el contexto de la vida concreta son las palabras más difíciles del Evangelio. Todo nuestro ser, todo lo que existe dentro de nosotros, se rebela contra semejantes palabras.
Sin embargo, Jesús sigue diciendo: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará” (Mt 16, 25). Detengámonos en este “por mí”: aquí está toda la pretensión de Jesús, la conciencia que él tenía de sí mismo y la petición que nos dirige a nosotros. Él está en el centro de todo, él es el Hijo de Dios que es una sola cosa con Dios Padre (cf. Jn 10, 30), él es nuestro único Salvador (cf. Hch 4, 12).
En efecto, con frecuencia sucede que lo que al comienzo sólo parecía una mala suerte o una desgracia, luego se ha revelado como una puerta que se ha abierto en nuestra vida llevándonos a un bien mayor. Pero no siempre es así: a menudo, en este mundo, las desgracias no son más que pérdidas dolorosas. Aquí de nuevo Jesús tiene algo que decirnos. O mejor, algo que le sucedió: después de la cruz, resucitó de entre los muertos, y resucitó como primogénito de muchos hermanos (cf. Rm 8, 29; 1 Co 15, 20). Sí, su cruz no se puede separar de su resurrección. Sólo creyendo en la resurrección podemos recorrer de manera sensata el camino de la cruz.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Quis est homo qui non fleret, matrem Christi si videret in tanto supplicio?
SEXTA ESTACIÓN: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del profeta Isaías. 53, 2 - 3
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
MEDITACIÓN
Cuando la Verónica enjugó el rostro de Jesús con un paño, ese rostro no debía ser ciertamente atractivo: era un rostro desfigurado. Sin embargo, ese rostro no podía dejar indiferente, turbaba. Podía provocar burla y desprecio, aunque también compasión e incluso amor, deseo de ayudarlo. La Verónica es el símbolo de esos sentimientos.
A pesar de estar muy desfigurado, el rostro de Jesús es siempre el rostro del Hijo de Dios. Es un rostro desfigurado por nosotros, por el cúmulo enorme de la maldad humana. Pero es también un rostro desfigurado en favor nuestro, que expresa el amor y la donación de Jesús y es espejo de la misericordia infinita de Dios Padre.
En el rostro sufriente de Jesús vemos, además, otro cúmulo gigantesco, el de los sufrimientos humanos. Y así el gesto de piedad de la Verónica se convierte para nosotros en una provocación, en una exhortación urgente: en la petición, dulce pero imperiosa, de no volver la cabeza hacia otra parte, de mirar también nosotros a los que sufren, estén cerca o no. Y no sólo mirar, sino ayudar. El Via Crucis de esta noche no será baldío si nos lleva a realizar gestos concretos de amor y de solidaridad activa.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo
Quis non posset contristari, piam matrem contemplari dolentem cum Filio?
SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del libro de los Salmos. 41, 6 - 10
Mis enemigos me desean lo peor: “A ver si se muere, y se acaba su apellido”. El que viene a verme, habla con fingimiento, disimula su mala intención, y, cuando sale afuera, la dice. Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros: “Padece un mal sin remedio, se acostó para no levantarse”. Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.
MEDITACIÓN
Jesús cae de nuevo bajo el peso de la cruz. Cierto que estaba agotado físicamente, pero estaba también herido mortalmente en su corazón. Pesaba sobre él el rechazo de los que, desde el principio, se habían opuesto obstinadamente a su misión. Pesaba el rechazo que, al final, le había mostrado aquel pueblo que parecía estar lleno de admiración e incluso de entusiasmo por él. Por eso, mirando a la ciudad santa que tanto amaba, Jesús había exclamado: “¡Jerusalén, Jerusalén,… cuántas veces quise reunir a tus hijos a la manera que la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste!” (Mt 23, 37). Pesaba terriblemente la traición de Judas, el abandono de los discípulos en el momento de la prueba suprema, pesaba en particular la triple negación de Pedro.
Sabemos bien que pesaba también sobre él la masa innumerable de nuestros pecados, de las culpas que acompañan a la humanidad a lo largo de los milenios.
Por eso, supliquemos a Dios, con humildad, pero también con confianza: ¡Padre rico en misericordia, ayúdanos a no hacer todavía más pesada la cruz de Jesús! En efecto, como escribió Juan Pablo II, de quien esta noche se celebra el quinto aniversario de su muerte: “el límite impuesto al mal, del que el hombre es artífice y víctima, es en definitiva la Divina Misericordia” (Memoria e identità, p. 70).
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Pro peccatis suae gentisvidit Iesum in tormentiset flagellis subditum.
OCTAVA ESTACIÓN: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 27 – 29. 31
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”…
Porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?».
MEDITACIÓN
En efecto, es Jesús quien tiene compasión de las mujeres de Jerusalén, y de todos nosotros. Incluso llevando la cruz, Jesús sigue siendo el hombre que tiene compasión de las multitudes (cf. Mc 8, 2), que prorrumpe en llanto ante la tumba de Lázaro (cf. Jn 11, 35), que proclama bienaventurados a los que lloran, porque serán consolados (cf. Mt 5, 5).
Jesús se muestra como el único que conoce realmente el corazón de Dios Padre y que por lo mismo nos lo puede dar a conocer a nosotros: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27).
Desde los tiempos más remotos, la humanidad se ha preguntado, a menudo con angustia, cuál es realmente la actitud de Dios hacia nosotros: ¿una actitud de solicitud providencial, o por el contrario de soberana indiferencia, o incluso de desdén y de odio? No podemos responder con certeza a una pregunta de este tipo con el único recurso de nuestra inteligencia, de nuestra experiencia y ni siquiera de nuestro corazón.
Por esto, Jesús –su vida y su palabra, su cruz y su resurrección– es con mucho la realidad más importante de toda la existencia humana, la luz que ilumina nuestro destino.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Eia mater, fons amoris,me sentire vim dolorisfac, ut tecum lugeam.
NOVENA ESTACIÓN: Jesús cae por tercera vez
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 5, 19-21
Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación… En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios.
MEDITACIÓN
He aquí el motivo más profundo de las repetidas caídas de Jesús: no sólo los sufrimientos físicos y las traiciones humanas, sino la voluntad del Padre. Esa voluntad misteriosa y humanamente incomprensible, pero infinitamente buena y generosa, por la cual Jesús se hizo “pecado por nosotros”; todas las culpas de la humanidad recaen sobre él, realizándose ese misterioso intercambio que hace de nosotros pecadores “justicia de Dios”.
Mientras tratamos de ensimismarnos en Jesús que camina y cae bajo el peso de la cruz, es justo que experimentemos en nosotros sentimientos de arrepentimiento y de dolor. Pero más fuerte aún debe ser la gratitud que invade nuestra alma.
Sí, oh Señor, tú nos has rescatado, nos has librado, con tu cruz nos has hecho justos ante Dios. Es más, nos has unido tan íntimamente contigo, que has hecho de nosotros, en ti, los hijos de Dios, sus familiares y amigos. Gracias, Señor, haz que la gratitud hacia ti sea la nota dominante de nuestra vida.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Fac ut ardeat cor meumin amando Christum Deum,ut sibi complaceam.
DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestiduras
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan. 19, 23 - 24
Los soldados... cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: “No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca”. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”.
MEDITACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras: estamos en el acto final de aquel drama, iniciado con la detención en el huerto de los olivos, a través del cual Jesús es despojado de su dignidad de hombre, antes incluso que de la de Hijo de Dios.
Muestran a Jesús desnudo a la vista de la gente de Jerusalén y de toda la humanidad. En un sentido profundo, es justo que sea así: él en efecto se despojó totalmente de sí mismo, para sacrificarse por nosotros. Por eso el gesto de despojarlo de las vestiduras es también el cumplimiento de la Sagrada Escritura.
Viendo a Jesús desnudo en la cruz, percibimos dentro de nosotros una necesidad imperiosa: mirar sin velos dentro de nosotros mismos; pero, antes de desnudarnos espiritualmente ante nosotros mismos, hacerlo ante Dios y ante nuestros hermanos los hombres. Despojarnos de la pretensión de aparecer mejores de lo que somos, para tratar en cambio de ser sinceros y transparentes.
El comportamiento que, más que ningún otro indignaba a Jesús era, en efecto, la hipocresía. Cuántas veces dijo a sus discípulos: no hagáis “como los hipócritas” (Mt 6, 2.5.16), o a los que desacreditaban sus buenas acciones: “¡Ay de vosotros hipócritas!” (Mt 23, 13.15.23.25.27.29).
Señor Jesús, desnudo en la cruz, ayúdame a estar yo también desnudo ante ti.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Sancta mater, istud agas,Crucifixi fige plagascordi meo valide.
UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 25 - 27
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
MEDITACIÓN
Jesús es clavado en la cruz. Una tortura tremenda. Y mientras está colgado en la cruz hay muchos que se burlan de él e incluso lo provocan: «A otros ha salvado y él no se puede salvar… ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libere ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?» (Mt 27, 42-43). Así se mofaban no sólo de su persona, sino también de su misión de salvación, la misión que Jesús estaba llevando a cumplimiento precisamente en la cruz.
Pero, en su interior, Jesús experimenta un sufrimiento incomparablemente mayor, que le hace prorrumpir en un grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34). Se trata, en verdad, de las palabras inciales de un salmo, que se concluye con la reafirmación de la plena confianza en Dios. Y, sin embargo, son palabras que hay que tomar totalmente en serio, ya que expresan la prueba más grande a la que fue sometido Jesús.
Cuántas veces, frente a una prueba, pensamos que hemos sido olvidados o abandonados por Dios. O incluso estamos tentados a concluir que Dios no existe.
El Hijo de Dios, que bebió hasta el fondo su amargo cáliz y luego resucitó de entre los muertos, nos dice, en cambio, con todo su ser, con su vida y su muerte, que debemos fiarnos de Dios. En él sí que podemos creer.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Tui Nati vulnerati,tam dignati pro me patipoenas mecum divide.
DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan. 19, 28 - 30
Sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
MEDITACIÓN
Cuando la muerte llega después de una dolorosa enfermedad, se suele decir con alivio: “Ha terminado de sufrir”. En cierto sentido, estas palabras sirven también para Jesús. Sin embargo, frente a la muerte de cualquier hombre y mucho más de ese hombre que es el Hijo de Dios, son palabras demasiado limitadas y superficiales.
Efectivamente, cuando Jesús muere, el velo del templo de Jerusalén se rasga en dos mientras tienen lugar otros signos, que hacen exclamar al centurión romano que estaba de guardia en la cruz: “Realmente éste era Hijo de Dios” (cf. Mt 27, 51-54).
En realidad, nada hay tan oscuro y misterioso como la muerte del Hijo de Dios, que junto con Dios Padre es la fuente y la plenitud de la vida. Pero, tampoco hay nada tan luminoso, porque aquí resplandece la gloria de Dios, la gloria del Amor omnipotente y misericordioso.
Frente a la muerte de Jesús, nuestra respuesta es el silencio de la adoración. Así nos encomendamos a él, nos ponemos en sus manos, pidiéndole que nunca nada, tanto en la vida como en la muerte, nos pueda separar de él (cf. Rom 8, 38-39).
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Vidit suum dulcem Natum morientem desolatum, cum emisit spiritum.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan. 2, 1 - 5
Había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino”. Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga”.
MEDITACIÓN
La hora de Jesús ya se ha cumplido y Jesús es depuesto de la cruz. Los brazos de su Madre están prontos para acogerlo. Después de haber gustado hasta el final la soledad de la muerte, Jesús encuentra enseguida –en su cuerpo exánime- al más fuerte y dulce de sus vínculos humanos, el calor del afecto de su Madre. Los mejores artistas, pensemos en la Piedad de Miguel Ángel, han sabido captar y expresar la profundidad y la fuerza indestructible de este vínculo.
Recordando que María, al pie de la cruz, se ha convertido en madre de cada uno de nosotros, le pedimos que ponga en nuestro corazón los sentimientos que la unen a Jesús. En efecto, para ser verdaderamente cristianos, para poder seguir de verdad a Jesús, hay que estar unidos a él con todo lo que hay dentro de nosotros: la mente, la voluntad, el corazón, nuestras pequeñas y grandes opciones cotidianas.
Sólo así Dios podrá ocupar el centro de nuestra vida, sin quedar reducido a una consolación que, aunque esté siempre a mano, no interfiera con los intereses concretos que nos impulsan a actuar.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Fac me vere tecum flere, Crucifixo condolere, donec ego vixero
DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Jesús es colocado en el sepulcro
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Mateo. 27, 57-60
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
MEDITACIÓN
Con la piedra que cierra la entrada del sepulcro, parece que todo haya acabado realmente. ¿Pero podía quedar prisionero de la muerte el Autor de la vida? Por eso, el sepulcro de Jesús, desde entonces hasta hoy, no sólo se ha convertido en el objeto de la más conmovedora devoción, sino que también ha provocado la más profunda división de las inteligencias y de los corazones: aquí se divide el camino que separa a los que creen en Cristo de los que, por el contrario, no creen en él, aunque a menudo lo consideren un hombre maravilloso.
Efectivamente, aquel sepulcro quedó vacío muy pronto y jamás se ha podido encontrar una explicación convincente de por qué quedó vacío, excepto la que dieron María Magdalena, Pedro y los otros Apóstoles, los testigos de Jesús resucitado de entre los muertos.
Ante el sepulcro de Jesús detengámonos en oración, pidiendo a Dios esos ojos de la fe que nos permitan unirnos a los testigos de la resurrección. Así, el camino de la cruz se convertirá también para nosotros en fuente de vida.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.
Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur paradisi goria. Amen.
DISCURSO DEL SANTO PADRE Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
El Santo Padre dirige su palabra a los presentes.
Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:
V/. Dominus vobiscum.R/. Et cum spiritu tuo.
V/. Sit nomen Domini benedictum.R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini.R/. Qui fecit cælum et terram.
V/. Benedicat vos omnipotens Deus,Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus.R/. Amen.
CANTO
R. Crux fidelis, inter omnes arbor una nobilis,Nulla talem silva profert, flore, fronde, germine!Dulce lignum dulci clavo dulce pondus sustinens.
1. Pange, lingua, gloriosi prœlium certaminis, Et super Crucis trophæo dic triumphum nobilem, Qualiter Redemptor orbis immolatus vicerit. R.
2. De parentis protoplasti fraude factor condolens, Quando pomi noxialis morte morsu corruit, Ipse lignum tunc notavit, damna ligni ut solveret. R.
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sábado, 27 de marzo de 2010

Comprendiendo la Semana Santa

Comprendiendo la Semana Santa: "Año III. Núm. 120. Una explicación de las misas..."

LECTIO DIVINA (SEMANA SANTA) (AUTOR: P. FIDEL ONORO).



Lectio Divina

Agradecemos al P. Fidel Oñoro, cjm y al CEBIPAL la publicación diaria de la Lectio Divina de Semana Santa.


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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

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Domingo de la Resurrección del Señor

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SEMANA SANTA (PARA VIVIR LA PASCUA DEL 2010).


Semana Santa

Para vivir la Pascua del año 2010

Cuando en la Vigilia Pascual, el próximo 3 de abril por la noche, el sacerdote marque el año 2010 sobre el cirio, señale las cinco llagas de Cristo y lo encienda con el fuego bendecido, entraremos una vez más en el misterio más hondo de nuestra fe. En nuestro mundo, en el que conviven la vida y la muerte, Cristo glorioso, muerto y resucitado, centro de la fe, de la vida y de la liturgia, es la certeza de la victoria de la luz sobre las tinieblas. Eso es lo que queremos significar cuando la luz del cirio se vaya difundiendo por la asamblea que celebra y, desde ella, por todas las realidades que necesitan de resurrección.

Ver para creer

La celebración de la Resurrección no tendría fuerza si no fuésemos conscientes de la muerte. Sin “ver” las muertes que nos rodean, no podríamos “creer” de verdad en Cristo victorioso sobre la muerte y el pecado. Nuestra fe no tendría sentido. Por eso la Cuaresma, tiempo de preparación personal y comunitaria a la Pascua, nos permite tomar conciencia de las fuerzas de muerte de nuestra sociedad y de nuestra vida personal en cuarenta días de mirada atenta y creyente al corazón y a nuestro alrededor.

Ver los signos de muerte que hay en nuestro propio interior y en el mundo no es pesimismo, sino un esfuerzo por mirarlo todo con los ojos de Dios, que está atento al clamor de los que sufren y a lo que destruye su proyecto de amor y salvación. Él es un Dios que ante todo quiere nuestra plenitud, la superación del dolor y del pecado, y la felicidad de todos sus hijos.

Convertirnos al Evangelio

La mirada que sabe descubrir los signos de muerte es capaz de anhelar la vida y celebrar la Resurrección. Es capaz de convertirse. El Miércoles de Cenizas, cuando iniciemos el itinerario cuaresmal de preparación a la Pascua, se nos impondrá la ceniza en la frente, como signo del camino de conversión. Una de las fórmulas que acompaña el gesto dice: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Son palabras de Jesús tomadas de Mc 1, 15, cuando inicia su predicación, proclamando la cercanía del Reino y la necesidad de cambiar de vida. La conversión, esfuerzo permanente de todo creyente, es aprender a vivir según los criterios de Dios, revelados en Jesús y en su Evangelio.

Esta Cuaresma es una nueva oportunidad que el Señor le regala a su Iglesia para cambiar de vida, de actitud, y de mente. Pero ello sólo es posible si sabemos “ver” hacia dentro de nosotros mismos y hacia lo que nos rodea: familia, trabajo, barrio y ciudad, país y mundo. Allí descubriremos los signos de la cruz y los signos de la luz. Descubriremos que Cristo sigue muriendo y resucitando, que la Pasión continúa pero que al mismo tiempo la Resurrección ilumina toda la historia desde la sencillez de pequeños signos de vida.

Signos de la Cruz

Los medios de comunicación nos muestran un país que presume de éxito económico y de desarrollo sostenido. ¡Qué fácil y qué grato es quedarnos arrellanados en esa visión exitosa y placentera, sobre todo cuando percibimos en la propia experiencia que no nos falta nada, que a pesar de la crisis que se vive a nivel mundial, poco a poco mejora la calidad de vida y no hay grandes dolores ni problemas!

La Cuaresma y la Pascua nos invitan, en cambio, a mirar ese diagnóstico con los ojos de Dios, desde la cruz de Jesucristo. Ellos nos permitirán ver, a la sombra de las cifras optimistas y de las proyecciones promisorias, sin negarlas pero ampliando el ángulo de visión, a los pobres y a los tristes que están al margen del modelo exitoso. Y también a tantos otros sufrientes a quienes puede no faltarles lo material, pero sí el amor. No son pocos, y aunque fuesen dos o tres en quince millones, son nuestros hermanos. Y son los predilectos del Señor.

Si no vemos a nuestros hermanos que no tienen acceso a la educación y a los bienes culturales; si no somos conscientes de la creciente desigualdad que divide a nuestro país en grupos cerrados y sin comunicación; si no reaccionamos ante la avaricia y la falta de solidaridad, ante las descalificaciones y la dificultad de valorar al otro; si no ponemos atajo al individualismo consumista, a la soberbia de creernos mejores que otros, a la desconfianza mutua en todos los ámbitos, desde el barrio hasta la política; si no condenamos los brotes de inmoralidad que han aparecido en los casos de corrupción, de pedofilia y de tantos otros; si no reconocemos nuestras propias complicidades en el descuido de la naturaleza y de los recursos que son de todos, en la contaminación de nuestro aire, de nuestros ríos, mares, ciudades y campos; si no “vemos” todo esto y no ponemos nuestro corazón en actitud de conversión, no podremos celebrar realmente la Pascua, la irrupción de la vida, y nos habremos quedado en una oscuridad que el cirio de 2010 no tendrá fuerza para iluminar.

Todos estos signos de muerte nos permiten mirar el interior de nuestro propio corazón y nuestras comunidades, y descubrir si estamos abiertos a los demás o encerrados en nosotros mismos, si somos manipulados por los modelos culturales dominantes o si luchamos contra ellos. La conversión parte por la conciencia de los signos de muerte personales y sociales.

Signos de la Luz

Para los cristianos no hay cruz sin Resurrección, no hay muerte sin vida. Por eso la Pascua, que no es un mero hecho del pasado de Jesús de Nazaret, sino un hecho del presente de todos nosotros, resplandece en signos luminosos, aunque sean pequeños. Ellos nos hablan de un Dios vivo y salvador, e interpelan nuestra coherencia con el Evangelio al hacernos constructores de un mundo nuevo, según los criterios de Dios.

Basta elevar un poco el cirio pascual, de modo que ilumine los rincones que normalmente no apreciamos y que no suelen hacer noticia, y allí veremos a voluntarios en las más diversas tareas solidarias, a jóvenes y adultos generosos que regalan su tiempo libre para construir techos y casas, para atender niños, enfermos y abandonados, para dar alimento, calor y un momento de amistad a los habitantes de las veredas, puentes y calles; veremos a muchos hombres y mujeres que buscan a Dios y se abren a la trascendencia en un mundo esclavo de lo material y lo inmediato; veremos el desborde espontáneo de generosidad de miles de chilenos ante las emergencias desastrosas; veremos a tantos padres que se esfuerzan hasta el límite para que sus hijos mejoren sus posibilidades y su calidad de vida; veremos la capacidad festiva inagotable, aun de quienes a menudo tienen poco motivo para festejar; veremos el lado luminoso de la globalización, la conciencia de ser una gran familia de hermanos destinada a la fraternidad y a la paz. ¡Veremos esto y tantos otros signos de vida!

Todos ellos, presentes ya en nuestro mundo, nos llevan a creer en un Dios que envió a su Hijo a darnos vida en abundancia. Nos ayudan a celebrar la Pascua con sentido, creyendo en la fuerza de la Resurrección porque somos conscientes de la fuerza de la muerte. La luz de Cristo, que alabamos en la noche de Pascua, realmente vence las tinieblas, las de 2010 y las de siempre, porque la historia está ahora iluminada por la victoria de Cristo resucitado.

Pan para el camino

El itinerario cuaresmal, camino de cuarenta días, lo recorremos ayudados por el alimento de las prácticas tradicionales de este tiempo litúrgico: la limosna, la oración y el ayuno (Mt 6, 2.5.16). El ayuno, que es sobriedad de vida y privación del alimento en algunos momentos para significar con ello que el alimento verdadero no es el material, sino la Palabra de Dios, nos ayuda a centrar la vida en lo esencial; la limosna, que es solidaridad con el pobre y privación de lo superfluo para acudir en auxilio de quien no tiene lo necesario para vivir, nos abre a los hermanos y nos ayuda a luchar contra el individualismo y el autocentramiento; y la oración que es intimidad y diálogo con Dios, nutre nuestra fe y nos abre a las necesidades de los pobres y sufrientes.

La escucha atenta de la Palabra, pan cotidiano del creyente, es en este tiempo de Cuaresma acoger al mismo Jesús que nos dice: “Conviértanse y crean en el Evangelio”. El cirio de 2010 será la celebración de un esfuerzo renovado por cumplir esa Palabra.

Comisión Nacional de Liturgia
Conferencia Episcopal de Chile



Certifica.com

JUEVES SANTO( AUTOR: TER FERNANDEZ/FUENTE: CATHOLIC.NET)

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
Jueves Santo
1 de abril de 2010. Jueves en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, también conocido como la Última Cena.
Jueves Santo
Jueves Santo
Significado de la celebración

El Jueves Santo se celebra:
  • la Última Cena,

  • el Lavatorio de los pies,

  • la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio

  • la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.
  • En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

    En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.

    a)Lecturas bíblicas:

    Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

    b)La Eucaristía

    Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.
    Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

    c)El lavatorio de los pies

    Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

    d)La noche en el huerto de los Olivos

    Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.:

    Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.


    Los monumentos y la visita de las siete iglesias

    Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles.
    La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

    En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.

    La cena de pascua en tiempos de Jesús

    Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

    Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.
    El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

    Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

    La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.
    Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

    Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

    Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.
    Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas.

    Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

    Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.

    Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

  • El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.


  • Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.


  • Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.


  • Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.


  • Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.


  • Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.


  • Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.


  • Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.


  • La cena constaba de ocho partes:

    1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

    2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino.
    Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.

    Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato.

    3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

    4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113.

    5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración.

    6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

    7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición.

    8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).

    Día de la Caridad:

    En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

    Sugerencias para vivir esta fiesta:
  • Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía

  • Hacer la visita de las siete casas.


  • Visita nuestro Especial de Semana Santa

    DOMINGO DE RAMOS (AUTOR: FUENTE: ACI PRENSA).



    Autor: . | Fuente: ACI Prensa
    Domingo de Ramos, Fiesta
    Fiesta, Marzo 16

    Domingo de Ramos, Fiesta
    Domingo de Ramos, Fiesta
    El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Marcos.

    En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

    Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

    Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

    San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

    Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

    Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los días santos.

    Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.

    "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

    Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

    La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.

    TU REINARAS Y QUE VIVA MI CRISTO! (AUTOR: LUCRECIA REGO).




    Autor: Lucrecia Rego

    Tu Reinarás y ¡Que viva mi Cristo!






    Tú Reinarás

    Tú reinarás, este es el grito
    que ardiente exhalan nuestra fe
    Tú reinarás, oh Rey Bendito
    pues tú dijiste ¡Reinaré!

    Coro:
    Reine Jesús por siempre
    Reine su corazón
    en nuestra patria,
    en nuestro suelo
    que es de María
    la nación

    Tu reinarás, dulce esperanza,
    que el alma llena de placer;
    habrá por fin paz y bonanza,
    felicidad habrá doquier

    Tu reinarás en este suelo,
    te prometemos nuestro amor,
    Oh buen Jesús, danos consuelo
    en este valle de dolor

    Tú reinarás, Reina y ahora,
    en esta casa y población
    ten compasión del que implora
    y acude a ti en la aflicción.

    Tú reinarás toda la vida
    trabajaremos con gran fe
    en realizar y ver cumplida
    la gran promesa: ¡Reinaré!

    Que viva mi Cristo

    Que viva mi Cristo que viva mi rey
    Que impere doquiera triunfante su ley
    Que impere doquiera triunfante su ley
    Viva Cristo Rey. Viva Cristo Rey.

    Mexicanos un Padre tenemos
    Que nos dio la patria la unión
    A ese Padre gozosos antemos,
    Empuñando con fe su pendón

    El formó con voz hacedora
    cuanto existe debajo del sol
    De la inercia y la nada incolora
    formó luz en candente arrebol

    Nuestra Patria, la Patria querida,
    que arrulló nuestra cuna al nacer
    A Él le debe cuanto es en la vida
    Sobretodo el que sepa creer

    Del Anahuac inculto y sangriento,
    en arranque sublime de amor,
    formó un pueblo, al calor de su aliento
    que lo aclame con fe y con valor

    Su realeza proclame doquiera
    este pueblo que en el Tepeyac,
    tiene enhiesta su blanca bandera,
    a sus padres la rica heredad

    En vano que cruel enemigo
    nuestro Cristo pretende humillar
    de este rey llevarán el castigo
    los que intenten su nombre ultrajar.

    DOMINGO DE RAMOS (AUTOR: TERE FERNANDEZ/FUENTE: CATHOLIC.NET).



    Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
    Domingo de Ramos
    Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesias.

    Domingo de Ramos
    Domingo de Ramos

    Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

    Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
    "¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"

    Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

    La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

    Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

    Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

    ¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?

    Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.

    Explicación de la Misa del Domingo de Ramos

    La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

    Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.

    Oración para poner las palmas benditas en el hogar:

    Bendice Señor nuestro hogar.
    Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
    Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
    para que respetándonos y amándonos
    los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
    Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
    Amén.

    Sugerencias para vivir la fiesta:

  • Hacer nuestras propias palmas y llevarlas a bendecir a la Iglesia.


  • Cantar las canciones de “Tú reinarás” o “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey”.
  • ESPECIAL DE SEMANA SANTA (AUTOR: CATHOLIC.NET).

    Autor: Catholic.net
    Especial de Semana Santa
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    Especial de Semana Santa
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