| El Papa pone la justicia como tema de reflexión para esta Cuaresma | CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 de febrero de 2010
“La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo”, Romanos 3, 21 – 22, es el tema que Benedicto XVI ha querido poner como centro de reflexión de la Cuaresma de 2010.
En el siglo III Ulpiano, conocido jurista romano, definió el termino Justicia como “Dar a cada uno lo suyo”. Pero “¿qué es lo suyo?” Es la pregunta que se hace el Santo Padre en la introducción de este texto.
Y señala que el hombre tiene una necesidad mas íntima para gozar de una existencia plena, aquello que sólo se puede conceder gratuitamente: “El hombre que vive del amor que sólo Dios puede comunicarle”.
No obstante, el Papa aclara que los bienes materiales son “útiles y necesarios” e hizo alusión al hecho de que Jesús se preocupara por “curar a los enfermos y dar de comer a la multitud que lo seguía”
¿De dónde viene la injusticia?
Benedicto XVI advierte en su mensaje el peligro que representa el hecho de identificar la raíz de la injusticia en una causa exterior. Error que con frecuencia adoptan muchas ideologías modernas. Y asegura que esa manera de pensar es “ingenua y miope”.
“La injusticia, fruto del mal”, señala el Pontífice “tiene su origen en el corazón humano”, y es ahí donde “se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal”.
“El hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo”. Algo que le hace sentir “una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse sobre sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos”. Ese algo es “el egoísmo” que nace como consecuencia de “la culpa original”.
Así, el Papa hace referencia al Génesis, que claramente explica cómo Adán y Eva “sustituyeron la lógica de confiar en el Amor por la sospecha y la competición”, lo que les llevo a experimentar “un sentimiento de inquietud y de incertidumbre”.
Justicia plena
Benedicto XVI explica el término hebreo sedaquad, que significa “aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel” y que lleva al hombre a vivir la “equidad con el prójimo”.
“Dios está atento al desdichado y como respuesta pide que se le escuche”. Por ello, para que el hombre sea verdaderamente justo debe “salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia”.
El Pontífice muestra que en Cristo, la justicia de Dios alcanza su plenitud. Una justicia que “viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás” sino una justicia donde el amor de Dios se abre “hasta el extremo”.
Sin embargo, se pregunta el Papa: “¿qué justicia existe donde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo?” y responde que en este punto es donde se manifiesta la “justicia divina” muy diferente a la “justicia humana” ya que las injusticias humanas fueron pagadas con un precio “verdaderamente exorbitante”: se trata de “la justicia de la cruz”.
"El hombre puede rebelarse frente a esta injusticia", advierte el Papa, pero quien acoge este don, logra más bien “salir de la ilusión de autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y amistad”.
Para que esto ocurra, es indispensable “aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente a lo “suyo”. Y mediante los sacramentos se puede alcanzar esta justicia, especialmente con “la Penitencia y la Eucaristía”.
Benedicto XVI concluye su mensaje invitando al hombre a acoger una justicia “más grande”. Se trata de la justicia del Amor que hace que el hombre se sienta “más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar” y muestra cómo esto lo lleva ser justo en todos sus actos “donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres” y donde la justicia “sea vivificada por el amor”.
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