Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS
MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS (COMUNIDAD CATOLICA, APOSTOLICA Y ROMANA).
viernes, 31 de diciembre de 2010
LOS TRES REYES MAGOS (YOUTUBE VIDEOS).
jueves, 30 de diciembre de 2010
FELIZ 2011 TE DECEA LA COMUNIDAD MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS
EL BRINDIS DEL BOHEMIO (AUTOR: GUILLERMO AGUIRRE Y FIERRO).
EL BRINDIS DEL BOHEMIO
En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.
Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.
Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.
A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo,
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del “Feliz Año Nuevo”...
Una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el “requiéscat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...
—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.
—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
Y brinde por... Europa,
Ya que su extranjerismo es delicioso...
—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.
—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas
Lleguen hasta las grietas
Formadas de metal y de granito
Del corazón de la mujer ingrata
Que a desdenes me mata...
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.
Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.
Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.
Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.
El del bohemio puro,
De noble corazón y gran cabeza;
Aquél que sin ambages declaraba
Que solo ambicionaba
Robarle inspiración a la tristeza.
Por todos estrechado, alzó la copa
Frente a la alegre tropa
Desbordante de risas y de contento;
Los inundó en la luz de una mirada,
Sacudió su melena alborotada
Y dijo así, con inspirado acento:
—Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.
Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.
Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.
Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...
El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.
Poemas de Guillermo Aguirre y Fierro
LA COMUNIDAD MARIA MEDIADORA TE DECEA UN PROSPERO 2011
FELICES FIESTAS!!!
domingo, 26 de diciembre de 2010
A - Solemnidad de la Sagrada Familia (Autor: Fray Nelson Medina O.P | Fuente: www.mariologia.org ).
Autor: Fray Nelson Medina O.P | Fuente: www.mariologia.org A - Solemnidad de la Sagrada Familia | |||
Primera Lectura: Eclesiástico 3:2-7, 12-14; Salmo Responsorial: Salmo 128:1-5; Segunda Lectura: Colosenses 3:12-21 o 3:12-17; Evangelio: Mateo 2:13-15, 19-23 | |||
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Una familia feliz porque ahí estaba Dios.(Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net).
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net Una familia feliz porque ahí estaba Dios. | |
Una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha sido la familia más feliz. | |
Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Una familia formada por José, María y el Niño Jesús. Era una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha sido la familia más feliz. Feliz porque ahí estaba Dios. Una familia feliz porque ahí se rezaba todos los días. Feliz porque ahí se trabajaba con paz y con amor. Allí se amaba la vida, allí se amaban entre ellos con un grandísimo corazón. ¡Cuánto necesitamos nosotros que esa Sagrada Familia nos ayude a recuperar muchos valores familiares que se ha llevado el viento! ¡Oh Familia de Nazareth, qué pocos elementos te bastaron para ser una familia feliz y hermosa! ¡Cómo necesitamos que vuelvas a injertar en nuestros hogares, en nuestros corazones, esa maravillosa gama de virtudes que tiene la familia! Todos los que quieran saber cuál es la familia más maravillosa deben visitar Nazareth, y preguntar a José a Jesús y a María cómo se puede ser feliz en familia. |
viernes, 24 de diciembre de 2010
FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO 2011 TE DECEA LA COMUNIDAD MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL Señor (AUTOR: P. ANTONIO IZQUIERDO/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Autor: P. Antonio Izquierdo | Fuente: Catholic.net Solemnidad de la Natividad del Señor | |||
Primera: Is 52, 7-10; Salmo 97; Segunda: Heb 1, 1-6; Evangelio: Jn 1, 1-18 | |||
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jueves, 19 de agosto de 2010
OH MARIA REINA Y MADRE
DIOS TE SALVE MARIA
DIOS TE SALVE REINA Y MADRE
miércoles, 9 de junio de 2010
MES DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS (AUTOR: TERESA FERNANDEZ DEL CASTILLO/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús
jueves, 20 de mayo de 2010
NOVENA AL ESPIRITU SANTO (AUTOR: CATHOLIC.NET)
Novena al Espíritu Santo
LA HOMOSEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA (AUTOR: DR. SANDER BREINER)
La Homosexualidad en la adolescenciaSe suele hablar de los años de la adolescencia como una unidad, donde existen generalidades e incluso datos específicos que cubren toda la estructura de la época adolescente. Justo como es obvio en un grupo, los niños de dosaños de edad son significativamente diferentes de los que tienen un año de edad pero las personas de 22 años de edad son muy similares a las de 23.Podemos reconocer que existen diferencias significativas en una extensión dedos años de edad a lo largo de los años de la preadolescencia y la adolescencia. Además de las variaciones de edad existen variacionessignificativas que tienen cualidad genética, una cualidad social familiar y la cualidad social estatal. Es importante mantener estos conceptos en mente cuando se mira al sujeto en general además de cualquier entidad clínica específica. Estas palabras se han dicho antes pero no se han aplicado generalmente.Para acceder al documento completo
miércoles, 19 de mayo de 2010
ORACIONES MARIANAS (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
DOCUMENTOS PONTIFICIOS SOBRE MARIA (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Presencia de María en el origen de la IglesiaDurante la audiencia general del miércoles 6 de septiembre de 1995.
Rosarium Virginis MariaeCarta apostólica sobre el Santo Rosario 16 octubre 2002. SS Juan Pablo II.
DOGMAS MARIANOS (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
María: Madre de Dios.María ¿es verdaderamente Madre de Dios? ¿por qué creemos esto? ¿qué implicaciones tiene?
La Inmaculada Concepción de María.¿Qué significa "Inmaculada Concepción"? ¿Por qué es un dogma? ¿Qué implica?
María... ¿Fue siempre virgen?¿Podemos decir que María fue siempre virgen? María... ¿Quiso esta virginidad? ¿María había pensado en consagrar a Dios su virginidad antes que viniera el ángel? ¿Qué sentido tiene la virginidad?...
La Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos.¿Qué significa que la Virgen es Asunta? ¿Es eso posible?
Introducción al estudio: María... ¿Corredentora?¿Qué significa "corredención"? María Corredentora ¿Cuál es la doctrina de la Iglesia respecto a este tema?...
APARICIONES DE MARIA (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Nuestra Señora de LausReconocidas oficialmente las apariciones de Nuestra Señora de Laus
Verdaderas y falsas apariciones.El principio general se enuncia así: El demonio estimula fuertemente los actos de religión...
CELEBRACIONES DE LA VIRGEN MARIA (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
MAYO: MES DE MARIA (AUTOR: CATHOLIC.NET/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Mayo: Mes de María
Mayo es el mes de las flores, de la primavera. Muchas familias esperan este mes para celebrar la fiesta por la recepción de algún sacramento de un familiar. También, Mayo es el mes en el que todos recuerdan a su mamá (el famoso 10 de Mayo) y las flores son el regalo más frecuente de los hijos para agasajar a quien les dio la vida.Por otro lado, todos saben que este mes es el ideal para estar al aire libre, rodeado de la belleza natural de nuestros campos. Precisamente por esto, porque todo lo que nos rodea nos debe recordar a nuestro Creador, este mes se lo dedicamos a la más delicada de todas sus creaturas: la santísima Virgen María, alma delicada que ofreció su vida al cuidado y servicio de Jesucristo, nuestro redentor.Celebremos, invitando a nuestras fiestas a María, nuestra dulce madre del Cielo.¿Qué se acostumbra hacer este mes?
Ofrecimiento de flores a la Virgen.
Este es el mejor regalo que podemos hacerle a la Virgen. Regalar flores es una manera que tenemos las personas para decirle a alguien que la queremos mucho. A la Virgen le gusta que le llevemos flores y, también, si se puede, le podemos cantar sus canciones preferidas como las que te sugerimos más adelante, en la página........Para dar mayor solemnidad al Ofrecimiento, los niños pueden ir vestidos de blanco, símbolo de pureza.
Reflexionar en los principales misterios de la vida de María.
Reflexionar implica hacer un esfuerzo con la mente, la imaginación y, también, con el corazón, para profundizar en las virtudes que la Virgen vivió a lo largo de su vida. Podemos meditar en cómo María se comportó, por ejemplo, durante:-la Anunciación-la Visita a su prima Isabel-el Nacimiento de Cristo-la Presentación del Niño Jesús en el templo-el Niño Jesús perdido y hallado en el templo-las Bodas de Caná-María al pie de la cruz.
Recordar las apariciones de la Virgen.
En Fátima, Portugal; en Lourdes, Francia y en el Tepeyac, México (La Guadalupe) la Virgen entrega diversos mensajes, todos relacionados con el amor que Ella nos tiene a nosotros, sus hijos.
Meditar en los cuatro dogmas acerca de la Virgen María que son:
1. Su inmaculada concepción: A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María porque iba a ser madre de Cristo.2. Su maternidad divina: La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el hijo de Dios.3. Su perpetua virginidad: María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.4. Su asunción a los cielos: La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo.
Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres.
María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación y conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo. María es la Madre de la Iglesia.
Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen María.
María era una mujer de profunda vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Vivir una devoción real y verdadera a María.
Se trata de que nos esforcemos por vivir como hijos suyos. Esto significa:
Mirar a María como a una madre: Platicarle todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Saber acudir a ella en todo momento.
Demostrarle nuestro cariño: Hacer lo que ella espera de nosotros y recordarla a lo largo del día.
Confiar plenamente en ella: Todas las gracias que Jesús nos da, pasan por las manos de María, y es ella quien intercede ante su Hijo por nuestras dificultades.
Imitar sus virtudes: Esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.
Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María.
La Iglesia nos ofrece bellas oraciones como la del Ángelus (que se acostumbra a rezar a mediodía), el Regina Caeli, la Consagración a María y el Rosario.Varias oraciones Marianas
Cantar las canciones dedicadas a María
Que nos ayudan a recordar el inmenso amor de nuestra madre a nosotros, sus hijos
Treinta días de oración a la Reina del Cielo
C - Domingo de Pentecostés (AUTOR: P. OCTAVIO ORTIZ/FUENTE: CATHOLIC.NET).
Autor: P. Octavio Ortíz Fuente: Catholic.net C - Domingo de Pentecostés
Primera: Hch 2,1-11; Salmo 104; Segunda: 1Co 12, 3b-7. 12-13; Evangelio: Jn 20,19-23
C - Domingo de PentecostésSagrada EscrituraPrimera: Hch 2,1-11 Salmo 104Segunda: 1Co 12, 3b-7. 12-13Evangelio: Jn 20,19-23Nexo entre las lecturasEl Espíritu Santo que el Señor había prometido a sus apóstoles, se derrama hoy profusamente sobre ellos y los llena de un santo ardor para anunciar la buena noticia de la resurrección del Señor. Nuestra meditación se concentra en este día en la persona del Espíritu Santo y su acción santificadora en el corazón de los apóstoles. Los hechos de los apóstoles nos narran el evento mismo de Pentecostés. Los discípulos reunidos en oración con María, son iluminados por la acción del Espíritu santificador e inician su actividad de predicación (1 L). San Pablo, en la primera carta a los corintios, subraya que sólo gracias a la acción del Espíritu podemos llamar a Cristo, el Señor, es decir, sólo gracias al Espíritu Santo podemos proclamar su divinidad (2L). El evangelio nos presenta a Jesús resucitado que confiere a sus apóstoles poder para perdonar los pecados por la recepción del Espíritu Santo. En la predicación, en la proclamación de la fe, en la administración de los sacramentos es el Espíritu Santo quien obra y da fuerzas al apóstol.Mensaje doctrinal 1. Jesús envía el Espíritu Santo. Jesucristo envía el Espíritu Santo, abogado y defensor, santificador de las almas. En verdad, el Espíritu Santo nos precede y despierta en nosotros la fe, de tal modo que sólo quien posee el Espíritu Santo puede proclamar que Cristo es Señor. El Espíritu Santo -dice el Catecismo de la Iglesia Católica- con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo". Él nos lleva al conocimiento profundo de Cristo, de su obra redentora, de su amor a los hombres. Él despierta en nosotros la nostalgia de Dios, nos da aquella suavidad que es necesaria para creer y para abandonarse incondicionalmente en la Voluntad de Dios. No obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. Creer en el Espíritu Santo es profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" como proclama el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Aquél que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf. Ga 4,6) es realmente Dios.El Catecismo de la Iglesia católica expone sucintamente la acción conjunta de Cristo y el Espíritu Santo: “Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud. Cuando por fin Cristo es glorificado, puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica. La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él”. (Catecismo de la Iglesia Católica n.690).2. La misión del Espíritu Santo. Hemos recordado que, una vez que el Señor envía su Espíritu sobre los hijos de adopción, sobre todos los hombres redimidos, su acción será: unirlos a Cristo y hacerlos vivir en Él. Es necesario analizar brevemente estos dos puntos:a) Unirlos a Cristo. El Espíritu Santo nos une a Cristo. Nos ayuda a ver a Cristo Señor en su divinidad y en su humanidad, a sentirlo como compañero “incomparable” de nuestras vidas. La amistad con el Espíritu Santo es la que nos ofrece ese conocimiento íntimo y experiencial de Cristo. Por eso, nunca debemos de cansarnos de promover en nosotros y en las almas, esa amistad sencilla, espontánea, generosa con el Espíritu Santo. Por el bautismo, Él habita en nosotros, somos templos suyos, Él nos conduce a la verdad completa, Él nos revela el corazón de Cristo. Así, quien tiene devoción al Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, llega a un más profundo y mejor conocimiento de Cristo y su obra redentora y del Padre y su amor infinito. b) El Espíritu Santo nos hace vivir en Cristo. En realidad los diálogos íntimos que sostiene el alma con el Espíritu Santo la van conduciendo a una concepción de la vida, de los hombres, del mundo. El Espíritu Santo va “cristificando” a cada uno, lo lleva a la verdad completa. La amistad con el Espíritu Santo, como expresa adecuadamente el P. Marcial Maciel, “es una amistad que exige una constante atención, un saber escuchar y un actuar fielmente, cueste lo que cueste, según le agrade al dulce «Huésped del alma». En los coloquios y diálogos que de día y de noche se sostienen con Él es donde se va aprendiendo el verdadero sentido del tiempo y la eternidad, de la fidelidad en el amor, de la vanidad de todas las cosas que no sean Dios y de la relatividad de cuanto nos ocurre en el trato con las criaturas. Él nos enseña a amar, nos enseña a perdonar, nos enseña a olvidar las injurias; a buscar y hacer el bien sin esperar recompensa; a confiar en Dios y a amarle sobre todas las cosas”. Todo esto es vivir en Cristo y, sobre todo, nos ayuda a comprender nuestra parte en la obra de la salvación. Nos convierte en apóstoles aguerridos, nos hace sentir las necesidades de la Iglesia, de las almas. Si somos sacerdotes, nos da un santo celo para gastarnos y desgastarnos por los fieles; si somos religiosos nos ayuda a comprender más a fondo las exigencias de la “sequela Christi”; si somos padres nos ayuda a perseverar en la misión de educar en la fe, en la moral y en todo aquello que es propiamente humano a nuestros hijos. En fin, el Espíritu Santo nos ayuda a comprender nuestra misión en la vida como miembros del Cuerpo de Cristo. Nos ayuda a vivir “en Cristo”.Sugerencias pastorales 1. Cultivo de la amistad con el Espíritu Santo. A las personas de nuestras comunidades podemos ofrecerles un camino inefable y sencillo de santificación. Se trata de cultivar una íntima amistad con el Espíritu Santo. Hay que ayudar a cada persona a descubrir que tienen, si viven en gracia, un “dulce huésped” en su corazón y que son templos vivos del Espíritu de Dios. Nada les impide establecer diálogos espontáneos, llenos de candor y sencillez con Él. Él ilumina sus vidas, es decir, ilumina su inteligencia para comprender mejor el amor de Dios; Él fortalece su voluntad para que puedan perseverar en el camino de la vida superando las diversas dificultades y sufrimientos que comporta; Él los consuela en la adversidad y en el fracaso; Él está presente en cada sacramento ofreciendo la gracia divina; Él ayuda a discernir en cada momento qué debo hacer y cómo debo hacerlo. Un modo muy práctico y muy sencillo de cultivar esta amistad es la repetición de alguna jaculatoria. Les propongo una muy sencilla: Espíritu Santo, fuente de luz, ilumíname. Ante las grandes decisiones de la vida, o ante los pequeños contratiempos, ante los sufrimientos íntimos, repitamos con sencillez: Espíritu Santo, fuente de luz, ilumíname.2. Examinar nuestros pensamientos. No todos los pensamientos que llegan a nuestra mente y corazón son, por sí mismos, buenos. A veces, pueden ser tentaciones que nos presenta el demonio; a veces, pueden ser sugestiones que nacen de nuestras propias pasiones heridas por el pecado original. No siempre buscamos el bien como debiéramos, por ello, es necesario vigilar y enderezar la nave de nuestra vida. Seamos sinceros con nosotros mismos y desnudemos nuestra alma ante Dios para decirle, Señor, ilumíname, despréndeme de mí mismo. No permitas que me engañe, sino ayúdame en todo a ser sincero en el amor. Es el Espíritu Santo quien nos puede ayudar en esta magna empresa del desprendimiento de nosotros mismos, quizá la más importante de todas nuestra empresas.
Benedicto XVI: “Fátima, lugar privilegiado de la misericordia de Dios”
Benedicto XVI: “Fátima, lugar privilegiado de la misericordia de Dios”Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 19 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el contenido de la intervención del Papa Benedicto XVI hoy, durante la Audiencia General concedida en la Plaza de San Pedro, a los cerca de 13.000 peregrinos presentes, procedentes de todo el mundo.
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas
hoy deseo recorrer junto a vosotros las diversas etapas del Viaje apostólico que realicé en estos días pasados a Portugal, movido especialmente por un sentimiento de reconocimiento hacia la Virgen María, que en Fátima transmitió a sus videntes y a los peregrinos un intenso amor por el Sucesor de Pedro. Doy gracias a Dios que me ha dado la posibilidad de rendir homenaje a ese pueblo, a su larga y gloriosa historia de fe y de testimonio cristiano. Por tanto, como os había pedido que acompañaseis esta visita pastoral mía con la oración, ahora os pido que os unáis a mí al dar gracias a Dios por su feliz desarrollo y conclusión. A Él confío los frutos que ha traído y traerá a la comunidad eclesial portuguesa y a toda la población. Renuevo la expresión de mi vivo reconocimiento al Presidente de la República, señor Anibal Cavaco Silva y a las demás Autoridades del Estado, que me han acogido con tanta cortesía y han predispuesto cada cosa para que todo pudiese llevarse a cabo de la mejor manera posible. Con intenso afecto, recuerdo a los hermanos obispos de las diócesis portuguesas, a quienes he tenido la alegría de abrazar en su tierra, y les agradezco fraternalmente por cuanto han hecho para la preparación espiritual y organizativa de mi visita, y por el notable empeño dedicado en su realización. Dirijo un pensamiento particular al Patriarca de Lisboa, cardenal José da Cruz Policarpo, a los obispos de Leiría-Fátima, monseñor Antonio Augusto dos Santos Marto, y de Oporto, monseñor Manuel Macario do Nascimento Clemente, y a sus respectivos colaboradores, como también a los diversos organismos de la Conferencia Episcopal guiada por el obispo monseñor Jorge Ortiga.
A lo largo de todo el viaje, realizado con ocasión del décimo aniversario de la beatificación de los pastorcillos Jacinta y Francisco, me he sentido espiritualmente apoyado por mi amado predecesor, el venerable Juan Pablo II, que estuvo tres veces en Fátima, agradeciendo esa “mano invisibile” que le libró de la muerte en el atentado del trece de mayo, aquí en esta Plaza de San Pedro. La tarde de mi llegada celebré la Santa Misa en Lisboa, en el encantador escenario del Terreiro do Paço, que se asoma sobre el río Tajo. Fue una asamblea litúrgica de fiesta y de esperanza, animada por la participación gozosa de numerosísimos fieles. En la Capital, de donde partieron en el transcurso de los siglos tantos misioneros para llevar el Evangelio a muchos continentes, animé a los diversos componentes de la Iglesia local a una vigorosa acción evangelizadora en los diversos ámbitos de la sociedad, para ser sembradores de esperanza en un mundo a menudo marcado por la desconfianza. En particular, exhorté a los creyentes a hacerse anunciadores de la muerte y resurrección d Cristo, corazón del cristianismo, centro y fundamento de nuestra fe y motivo de nuestra alegría. Pude manifestar estos sentimientos también durante el encuentro con los representantes del mundo de la cultura, que se celebró en el Centro Cultural de Belém. En esta ocasión puse de manifiesto el patrimonio de valores con los que el cristianismo ha enriquecido la cultura, el arte y la tradición del Pueblo portugués. En esta noble Tierra, como en todo otro país marcado profundamente por el cristianismo, es posible construir un futuro de comprensión fraterna y de colaboración con las demás instancias culturales, abriéndose recíprocamente a un diálogo sincero y respetuoso.
Me dirigí después a Fátima, pequeña ciudad caracterizada por una atmósfera de auténtico misticismo, en la que se advierte de manera casi palpable la presencia de la Virgen. Me hice peregrino con los peregrinos en ese admirable Santuario, corazón espiritual de Portugal y meta de una multitud de personas procedentes de los lugares más diversos de la tierra. Tras haber permanecido en recogimiento orante y conmovido en la Capillita de las Apariciones en Cova da Iria, presentando al Corazón de la Virgen Santa las alegrías y las esperanzas además de los problemas y los sufrimientos del mundo entero, en la iglesia de la Santísima Trinidad tuve la alegría de presidir la celebración de las Vísperas de la Beata Virgen María. Dentro de este templo grande y moderno, manifesté mi vivo aprecio a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los diáconos y a los seminaristas venidos de todas partes de Portugal, agradeciéndoles por su testimonio a menudo silencioso y no siempre fácil y por su fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. En este Año Sacerdotal, que llega a su fin, animé a los sacerdotes a dar prioridad a la escucha religiosa de la Palabra de Dios, al conocimiento íntimo de Cristo, a la intensa celebración de la Eucaristía, mirando al luminoso ejemplo del Santo Cura de Ars. No dejé de confiar y consagrar al Corazón Inmaculado de María, verdadero modelo de discípula del Señor, a los sacerdotes de todo el mundo.
Por la noche, con miles de personas que se habían dado cita en la gran explanada ante el Santuario, participé en la sugestiva procesión de las velas. Fue una estupenda manifestación de fe en Dios y de devoción a la Madre suya, expresadas con el rezo del Santo Rosario. Esta oración tan querida al pueblo cristiano encontró en Fátima un centro propulsor para toda la Iglesia y el mundo. La “Blanca Señora”, en la aparición del 13 de junio, dijo a los tres Pastorcitos: “Quiero que recéis el Rosario todos los días”. Podríamos decir que Fátima y el Rosario son casi un sinónimo.
Mi visita a ese lugar tan especial tuvo su culmen en la Celebración eucarística del 13 de mayo, aniversario de la primera aparición de la Virgen a Francisco, Jacinta y Lucía. Recordando las palabras del profeta Isaías, invité a esta inmensa asamblea reunida, con gran amor y devoción, a los pies de la Virgen a alegrarse plenamente en el Señor (cfr Is 61, 10), porque su amor misericordioso, que acompaña nuestra peregrinación sobre esta tierra, es la fuente de nuestra gran esperanza. Y precisamente de esperanza está lleno el mensaje comprometido y al mismo tiempo consolador que la Virgen dejó en Fátima. Es un mensaje centrado en la oración, en la penitencia y en la conversión, que se proyecta más allá de las amenazas, los peligros y los horrores de la historia, para invitar al hombre a tener confianza en la acción de Dios, a cultivar la gran Esperanza, a hacer experiencia de la gracia del Señor para enamorarse de Él, fuente del amor y de la paz.
En esta perspectiva, fue significativo la apasionante cita con las organizaciones de la pastoral social, a las que indiqué el estilo del buen samaritano para salir al encuentro de las necesidades de los hermanos más menesterosos y para servir a Cristo, promoviendo el bien común. Muchos jóvenes aprenden la importancia de la gratuidad precisamente en Fátima, que es una escuela de fe y de esperanza, porque es también escuela de caridad y de servicio a los hermanos. En este contexto de fe y de oración, se celebró el importante y fraternal encuentro con el Episcopado portugués, como conclusión de mi visita en Fátima: fue un momento de intensa comunión espiritual, en el que dimos juntos gracias al Señor por la fidelidad de la Iglesia que está en Portugal, y confiamos a la Virgen las esperanzas y preocupaciones pastorales comunes. Estas esperanzas y perspectivas pastorales las mencioné también en el transcurso de la Santa Misa, celebrada en la histórica y simbólica ciudad de Oporto, la “Ciudad de la Virgen”, última etapa de mi peregrinación en tierra lusa. A la gran muchedumbre de fieles reunida en la Avenida dos Aliados recordé el compromiso de testimoniar el Evangelio en todo ambiente, ofreciendo al mundo a Cristo resucitado para que cada situación de dificultad, de sufrimiento, de miedo se transforme, mediante el Espíritu Santo, en ocasión de crecimiento y de vida.
Queridos hermanos y hermanas, la peregrinación a Portugal ha sido para mí una experiencia conmovedora y rica de muchos dones espirituales. Mientras permanecen fijas en mi mente y en mi corazón las imágenes de este viaje inolvidable, la acogida calurosa y espontánea, el entusiasmo de la gente, alabo al Señor porque María, apareciéndose a los tres Pastorcillos, abrió en el mundo un espacio privilegiado para encontrar la misericordia divina que cura y salva. En Fátima, la Virgen Santa invita a todos a considerar la tierra como el lugar de nuestra peregrinación hacia la patria definitiva, que es el Cielo. En realidad todos somos peregrinos, necesitamos de la Madre que nos guía. “Contigo caminamos en la esperanza, sabiduría y misión”, es el lema de mi Viaje Apostólico a Portugal, y en Fátima la beata Virgen María nos invita a caminar con gran esperanza, dejándonos guiar por la “sabiduría de lo alto” que se ha manifestado en Jesús, la sabiduría del amor, para llevar al mundo la luz y la alegría de Cristo. Os invito, por tanto, a uniros a mi oración, pidiendo al Señor que bendiga los esfuerzos de cuantos, en esa amada Nación, se dedican al servicio del Evangelio y a la búsqueda del verdadero bien del hombre, de cada hombre. Oremos también para que, por intercesión de María Santísima, el Espíritu Santo haga fecundo este Viaje apostólico, y anime en todo el mundo la misión de la Iglesia, instituida por Cristo para anunciar a todos los pueblos el Evangelio de la verdad, de la paz y del amor.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
viernes, 30 de abril de 2010
miércoles, 31 de marzo de 2010
VIA CRUCIS EN EL COLISEO. PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE
Vía Crucis en el Coliseo. Presidido por el Santo Padre
Meditaciones del Cardenal Camillo RuiniVicario general emérito de Su Santidad para la diócesis de Roma
Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César” …Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
En los Evangelios encontramos una respuesta verdadera: los jefes de los judíos quisieron su muerte porque comprendieron que Jesús se consideraba el Hijo de Dios. Y hallamos también una respuesta que los judíos utilizaron como pretexto para obtener de Pilato su condena: Jesús habría pretendido ser un rey de este mundo, el rey de los judíos.
Detrás de estas respuestas se abre un abismo, que los mismos Evangelios y toda la Sagrada Escritura nos permiten contemplar: Jesús ha muerto por nuestros pecados. Y aún más profundamente, ha muerto por nosotros, ha muerto porque Dios nos ama, y nos ama tanto que entregó a su Hijo único, para que el mundo se salve por él (cf. Jn 3, 16-17).
Debemos, por tanto, mirar a nosotros mismos: al mal y al pecado que habitan dentro de nosotros y que con excesiva frecuencia fingimos ignorar. Pero aún más debemos dirigir la mirada al Dios rico en misericordia que nos ha llamado amigos (cf. Jn 15, 15). Así, el camino del Via Crucis y todo el camino de la vida se convierte en un itinerario de penitencia, de dolor y de conversión, pero también de gratitud, fe y alegría.
Stabat mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius.
Del Evangelio según San Juan. 19, 17
Y Jesús, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera”, que en hebreo se dice Gólgota.
Así es, precisamente: en nuestra conciencia se enciende la luz del bien, una luz que en muchos casos se hace evidente y por la cual, afortunadamente, nos dejamos guiar en nuestras opciones. En cambio, a menudo, sucede lo contrario: esa luz queda oscurecida por los resentimientos, por deseos inconfesables, por la perversión del corazón. Y entonces nos hacemos crueles, capaces de las peores cosas, incluso de cosas increíbles.
Señor Jesús, también yo soy de los que se han burlado de ti y te han golpeado. En efecto, tú has dicho: “cada vez que hicisteis eso con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Señor Jesús, perdóname.
Cuius animam gementem, contristatam et dolentem pertransivit gladius.
Antes de detenernos en los aspectos más profundos e interiores de la pasión de Jesús, consideremos simplemente el dolor físico que tuvo que soportar. Un dolor enorme y tremendo, hasta el último respiro en la cruz, un dolor que asusta.
El sufrimiento físico es lo más fácil de vencer, o al menos de atenuar, con nuestras actuales técnicas y métodos, con la anestesia y otras terapias del dolor. Si bien, una masa gigantesca de sufrimientos físicos sigue presente en el mundo, debido a muchas causas naturales o dependientes de comportamientos humanos.
De todas formas, Jesús no rechazó el dolor físico y así se solidarizó con toda la familia humana, en especial con aquella parte más numerosa cuya vida, todavía hoy, está marcada por esta forma de dolor. Mientras lo vemos caer bajo el peso de la cruz, le pedimos humildemente el valor de agrandar con una solidaridad hecha no sólo de palabras la pequeñez de nuestro corazón.
O quam tristis et afflictafuit illa benedicamater Unigeniti!
Con este segundo sí, María se convierte en madre de todos nosotros, de todo hombre y de toda mujer por los cuales Jesús ha derramado su sangre. Una maternidad que es signo viviente del amor y de la misericordia de Dios por nosotros. Por eso, los vínculos de afecto y confianza que unen a María con el pueblo cristiano son tan profundos y fuertes; por eso acudimos espontáneamente a ella, sobre todo en las circunstancias más difíciles de la vida.
María, sin embargo, ha pagado un precio muy elevado por su maternidad universal. Como profetizó de ella Simeón en el templo de Jerusalén, “una espada te traspasará el corazón” (Lc 2, 35).
María, Madre de Jesús y madre nuestra, ayúdanos a experimentar en nuestras almas, en esta noche y siempre, ese sufrimiento lleno de amor que te unió a la cruz de tu Hijo.
Quæ mærebat et dolebatPia mater, cum videbatNati poenas incliti.
Pero Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24). No son palabras fáciles; más aún, en el contexto de la vida concreta son las palabras más difíciles del Evangelio. Todo nuestro ser, todo lo que existe dentro de nosotros, se rebela contra semejantes palabras.
Sin embargo, Jesús sigue diciendo: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará” (Mt 16, 25). Detengámonos en este “por mí”: aquí está toda la pretensión de Jesús, la conciencia que él tenía de sí mismo y la petición que nos dirige a nosotros. Él está en el centro de todo, él es el Hijo de Dios que es una sola cosa con Dios Padre (cf. Jn 10, 30), él es nuestro único Salvador (cf. Hch 4, 12).
En efecto, con frecuencia sucede que lo que al comienzo sólo parecía una mala suerte o una desgracia, luego se ha revelado como una puerta que se ha abierto en nuestra vida llevándonos a un bien mayor. Pero no siempre es así: a menudo, en este mundo, las desgracias no son más que pérdidas dolorosas. Aquí de nuevo Jesús tiene algo que decirnos. O mejor, algo que le sucedió: después de la cruz, resucitó de entre los muertos, y resucitó como primogénito de muchos hermanos (cf. Rm 8, 29; 1 Co 15, 20). Sí, su cruz no se puede separar de su resurrección. Sólo creyendo en la resurrección podemos recorrer de manera sensata el camino de la cruz.
Quis est homo qui non fleret, matrem Christi si videret in tanto supplicio?
A pesar de estar muy desfigurado, el rostro de Jesús es siempre el rostro del Hijo de Dios. Es un rostro desfigurado por nosotros, por el cúmulo enorme de la maldad humana. Pero es también un rostro desfigurado en favor nuestro, que expresa el amor y la donación de Jesús y es espejo de la misericordia infinita de Dios Padre.
En el rostro sufriente de Jesús vemos, además, otro cúmulo gigantesco, el de los sufrimientos humanos. Y así el gesto de piedad de la Verónica se convierte para nosotros en una provocación, en una exhortación urgente: en la petición, dulce pero imperiosa, de no volver la cabeza hacia otra parte, de mirar también nosotros a los que sufren, estén cerca o no. Y no sólo mirar, sino ayudar. El Via Crucis de esta noche no será baldío si nos lleva a realizar gestos concretos de amor y de solidaridad activa.
Quis non posset contristari, piam matrem contemplari dolentem cum Filio?
Sabemos bien que pesaba también sobre él la masa innumerable de nuestros pecados, de las culpas que acompañan a la humanidad a lo largo de los milenios.
Por eso, supliquemos a Dios, con humildad, pero también con confianza: ¡Padre rico en misericordia, ayúdanos a no hacer todavía más pesada la cruz de Jesús! En efecto, como escribió Juan Pablo II, de quien esta noche se celebra el quinto aniversario de su muerte: “el límite impuesto al mal, del que el hombre es artífice y víctima, es en definitiva la Divina Misericordia” (Memoria e identità, p. 70).
Pro peccatis suae gentisvidit Iesum in tormentiset flagellis subditum.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”…
Porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?».
Jesús se muestra como el único que conoce realmente el corazón de Dios Padre y que por lo mismo nos lo puede dar a conocer a nosotros: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27).
Desde los tiempos más remotos, la humanidad se ha preguntado, a menudo con angustia, cuál es realmente la actitud de Dios hacia nosotros: ¿una actitud de solicitud providencial, o por el contrario de soberana indiferencia, o incluso de desdén y de odio? No podemos responder con certeza a una pregunta de este tipo con el único recurso de nuestra inteligencia, de nuestra experiencia y ni siquiera de nuestro corazón.
Por esto, Jesús –su vida y su palabra, su cruz y su resurrección– es con mucho la realidad más importante de toda la existencia humana, la luz que ilumina nuestro destino.
Eia mater, fons amoris,me sentire vim dolorisfac, ut tecum lugeam.
Mientras tratamos de ensimismarnos en Jesús que camina y cae bajo el peso de la cruz, es justo que experimentemos en nosotros sentimientos de arrepentimiento y de dolor. Pero más fuerte aún debe ser la gratitud que invade nuestra alma.
Sí, oh Señor, tú nos has rescatado, nos has librado, con tu cruz nos has hecho justos ante Dios. Es más, nos has unido tan íntimamente contigo, que has hecho de nosotros, en ti, los hijos de Dios, sus familiares y amigos. Gracias, Señor, haz que la gratitud hacia ti sea la nota dominante de nuestra vida.
Fac ut ardeat cor meumin amando Christum Deum,ut sibi complaceam.
Muestran a Jesús desnudo a la vista de la gente de Jerusalén y de toda la humanidad. En un sentido profundo, es justo que sea así: él en efecto se despojó totalmente de sí mismo, para sacrificarse por nosotros. Por eso el gesto de despojarlo de las vestiduras es también el cumplimiento de la Sagrada Escritura.
Viendo a Jesús desnudo en la cruz, percibimos dentro de nosotros una necesidad imperiosa: mirar sin velos dentro de nosotros mismos; pero, antes de desnudarnos espiritualmente ante nosotros mismos, hacerlo ante Dios y ante nuestros hermanos los hombres. Despojarnos de la pretensión de aparecer mejores de lo que somos, para tratar en cambio de ser sinceros y transparentes.
El comportamiento que, más que ningún otro indignaba a Jesús era, en efecto, la hipocresía. Cuántas veces dijo a sus discípulos: no hagáis “como los hipócritas” (Mt 6, 2.5.16), o a los que desacreditaban sus buenas acciones: “¡Ay de vosotros hipócritas!” (Mt 23, 13.15.23.25.27.29).
Señor Jesús, desnudo en la cruz, ayúdame a estar yo también desnudo ante ti.
Sancta mater, istud agas,Crucifixi fige plagascordi meo valide.
Pero, en su interior, Jesús experimenta un sufrimiento incomparablemente mayor, que le hace prorrumpir en un grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34). Se trata, en verdad, de las palabras inciales de un salmo, que se concluye con la reafirmación de la plena confianza en Dios. Y, sin embargo, son palabras que hay que tomar totalmente en serio, ya que expresan la prueba más grande a la que fue sometido Jesús.
Cuántas veces, frente a una prueba, pensamos que hemos sido olvidados o abandonados por Dios. O incluso estamos tentados a concluir que Dios no existe.
El Hijo de Dios, que bebió hasta el fondo su amargo cáliz y luego resucitó de entre los muertos, nos dice, en cambio, con todo su ser, con su vida y su muerte, que debemos fiarnos de Dios. En él sí que podemos creer.
Tui Nati vulnerati,tam dignati pro me patipoenas mecum divide.
Efectivamente, cuando Jesús muere, el velo del templo de Jerusalén se rasga en dos mientras tienen lugar otros signos, que hacen exclamar al centurión romano que estaba de guardia en la cruz: “Realmente éste era Hijo de Dios” (cf. Mt 27, 51-54).
En realidad, nada hay tan oscuro y misterioso como la muerte del Hijo de Dios, que junto con Dios Padre es la fuente y la plenitud de la vida. Pero, tampoco hay nada tan luminoso, porque aquí resplandece la gloria de Dios, la gloria del Amor omnipotente y misericordioso.
Frente a la muerte de Jesús, nuestra respuesta es el silencio de la adoración. Así nos encomendamos a él, nos ponemos en sus manos, pidiéndole que nunca nada, tanto en la vida como en la muerte, nos pueda separar de él (cf. Rom 8, 38-39).
Vidit suum dulcem Natum morientem desolatum, cum emisit spiritum.
Recordando que María, al pie de la cruz, se ha convertido en madre de cada uno de nosotros, le pedimos que ponga en nuestro corazón los sentimientos que la unen a Jesús. En efecto, para ser verdaderamente cristianos, para poder seguir de verdad a Jesús, hay que estar unidos a él con todo lo que hay dentro de nosotros: la mente, la voluntad, el corazón, nuestras pequeñas y grandes opciones cotidianas.
Sólo así Dios podrá ocupar el centro de nuestra vida, sin quedar reducido a una consolación que, aunque esté siempre a mano, no interfiera con los intereses concretos que nos impulsan a actuar.
Todos:
Fac me vere tecum flere, Crucifixo condolere, donec ego vixero
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
Efectivamente, aquel sepulcro quedó vacío muy pronto y jamás se ha podido encontrar una explicación convincente de por qué quedó vacío, excepto la que dieron María Magdalena, Pedro y los otros Apóstoles, los testigos de Jesús resucitado de entre los muertos.
Ante el sepulcro de Jesús detengámonos en oración, pidiendo a Dios esos ojos de la fe que nos permitan unirnos a los testigos de la resurrección. Así, el camino de la cruz se convertirá también para nosotros en fuente de vida.
Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur paradisi goria. Amen.
Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:
V/. Dominus vobiscum.R/. Et cum spiritu tuo.
V/. Sit nomen Domini benedictum.R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini.R/. Qui fecit cælum et terram.
V/. Benedicat vos omnipotens Deus,Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus.R/. Amen.
1. Pange, lingua, gloriosi prœlium certaminis, Et super Crucis trophæo dic triumphum nobilem, Qualiter Redemptor orbis immolatus vicerit. R.
2. De parentis protoplasti fraude factor condolens, Quando pomi noxialis morte morsu corruit, Ipse lignum tunc notavit, damna ligni ut solveret. R.
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